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Seis momentos clave en el camino hacia la Ley de Derecho al Voto de 1965

Con motivo de los 60 años de la histórica ley, repasamos los eventos históricos que la convirtieron en una realidad bipartidista.

Publicado: agosto 6, 2025

Seis momentos clave en el camino hacia la Ley de Derecho al Voto de 1965

Con motivo de los 60 años de la histórica ley, repasamos los eventos históricos que la convirtieron en una realidad bipartidista.

  • Estos son seis momentos claves en la historia de cómo, contra todo pronóstico, se gestó una ley que transformó la democracia estadounidense.
  • La Ley de Derecho al Voto de 1965 sería promulgada, requiriendo a los estados respetar la garantía de la Decimoquinta Enmienda de que el derecho al voto no puede ser negado por motivos de raza.

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Cuando comenzó el año 1965, la legislación federal sobre el derecho al voto no les cruzaba por la mente a la mayoría en Washington.

Después de todo, el Congreso acabada de salir de una dura batalla el año anterior para aprobar la Ley de Derechos Civiles. Llevar esa ley a la meta final significó un esfuerzo monumental, requiriendo superar una obstrucción parlamentaria de 54 días por parte de los senadores sureños que lograron pausar por completo toda cuestión en el Senado.

En el año nuevo, ya era suficiente el reto de la administración del presidente Lyndon B. Johnson para implementar esa ley que, entre otras cosas, prohibía la discriminación en espacios públicos y la discriminación racial en las escuelas. De hecho, el cumplimiento de esta ley en el sur ya demostraba ser predeciblemente inconsistente y lenta.

El presidente Johnson también estaba ansioso por avanzar en otras prioridades en su agenda de la Gran Sociedad, incluyendo la legislación que marcaría un punto de inflexión para crear los sistemas de Medicare y Medicaid, y reformar las anticuadas y racistas leyes migratorias. Basándose en las experiencias anteriores al aprobar leyes de derecho al voto más limitadas en 1957 y 1960, impulsar una nueva propuesta de ley sobre el derecho al voto prometía ser una extenuante batalla que fácilmente podía descarrilar estas y otros proyectos de ley de alta prioridad.

Pero, a veces, la historia tiene una manera de imponerse sobre los planes.

Para finales del verano, Ley de Derecho al Voto de 1965 sería promulgada, requiriendo a los estados respetar la garantía de la Decimoquinta Enmienda de que el derecho al voto no puede ser negado por motivos de raza.

Estos son seis momentos claves en la historia de cómo, contra todo pronóstico, se gestó una ley que transformó la democracia estadounidense.

Jóvenes organizadores y activistas locales reanudan una campaña de registro de votantes

El camino hacia la Ley de Derecho al Voto comienza en la región conocida como Black Belt (franja negra) de Alabama, una región agrícola e históricamente inestable que se extiende por la parte centro sur del estado. (El nombre de esta región se deriva de los suelos ricos y oscuros que fueron el corazón de la economía del algodón y de cultivos comerciales de Alabama).

En 1962, jóvenes activistas del Comité Coordinador Estudiantil No Violento llegaron al Black Belt para empezar su campaña de inscripción de votantes con enfoque en Selma, donde estaba el centro de gobierno del condado Dallas, en Alabama. Pero el progreso de la campaña tuvo obstáculos al encontrarse con una decidida oposición en la comunidad blanca de la región, además del miedo y escepticismo de los futuros votantes afrodescendientes.

De hecho, aún para los estándares de la Alabama de mediados de los 60, los índices de inscripción de personas de raza negra en el Black Belt eran persistentemente bajos. A nivel estatal, uno de cada cinco residentes de raza negra de Alabama, eligibles para votar, estaba inscritos a principios de 1965, pero en el condado Dallas sólo el 5 % lo estaban.

Funcionarios del condado encontraban una excusa tras otra para no inscribir a las personas de raza negra elegibles para votar. Tampoco ayudaba que las oficinas de inscripción solo estaban abiertas dos días al mes. El vecino condado Lowndes era mucho peor. En enero de 1965, no tenía ni un solo votante de raza negra en sus padrones, aunque el 80 % de la población del condado era negra.

Pero con la llegada del nuevo año, Martin Luther King Jr. y activistas de la zona decidieron reanudar fuerzas y encontraron nuevos ímpetus.

Solo unos pocos votantes negros consiguieron navegar todos los obstáculos necesarios para ser añadidos a los padrones, pero cientos de ciudadanos eligibles habían empezado a hacer fila en las oficinas del condado para intentar inscribirse. Junto a ellos, en muchos lugares, estaba un número creciente de jóvenes manifestantes de primaria y secundaria.

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Credit:
Horace Cort/AP
La foto de la primera plana de la edición del 13 de febrero de 1965 del New York Times muestra a estudiantes de raza negra rezando en medio de la lluvia por la salud del alguacil Jim Clark.

Funcionarios blancos reaccionaron con fuerza, arrestando a cientos de quienes buscaban registrarse y a los manifestantes por marchar sin un permiso o violar varias reglas arbitrarias. Pero, en un notable acto de valentía, muchos arrestados, una vez liberados de la cárcel, retornaron para volver a hacer fila.

Los esfuerzos por inscribir a votantes y las violentas respuestas llamaron la atención del público nacional. Además, voluntarios, incluyendo estudiantes universitarios blancos y miembros del clero, empezaron a llegar a Selma y a las comunidades aledañas de todo el país para ayudar.

Patrullero estatal mata a Jimmie Lee Jackson

Una comunidad en el Black Belt donde se renovaron las iniciativas de registro de votantes fue Marion, donde está la sede de gobierno del muy rural condado Perry, Alabama. Fue allí, a principios de febrero, donde patrulleros estatales detuvieron a James Orange, un activista de la Conferencia de Liderazgo Cristiano del Sur (SCLC, por sus siglas en inglés). Le imputaron cargos por contribuir a la delincuencia de menores al reclutar a estudiantes de secundaria para ayudar con las labores de inscripción de votantes.

Temerosos de que Orange fuera linchado, los residentes de raza negra marcharon al tribunal del condado la noche del 18 de febrero de 1965. Oficiales de la policía local y patrulleros estatales respondieron violentamente, golpeando a los manifestantes indiscriminadamente.

Cuando Jimmie Lee Jackson, un veterano del ejército de 26 años, intentó resguardarse en una cafetería cercana junto a su madre, un patrullero estatal le disparó dos veces en el estómago. Su muerte ocho días después serviría de catalizador para la histórica marcha desde Selma a Montgomery.

Jimmie Lee Jackson
Jimmie Lee Jackson

El plan para una marcha de varios días a pie hacia el Capitolio Estatal de Alabama para honrar a Jackson fue controversial, en gran parte por el hecho de que los manifestantes tendrían que desplazarse por zonas de la región donde eran más susceptibles a la brutalidad tanto de oficiales como de los espectadores. Algunos organizadores se retiraron por miedo a la violencia. Pero John Lewis, King y los activistas de la SCLC decidieron seguir adelante con la esperanza de atraer la atención de la nación sobre la necesidad de una legislación federal del derecho al voto.

Patrulleros estatales atacan a manifestantes en el puente Edmund Pettus durante el Domingo Sangriento

Pocos eventos en la historia de los derechos civiles de los Estados Unidos son tan icónicos o trascendentales como el inicio frustrado de la marcha de los activistas desde Selma a Montgomery el 7 de marzo de 1965 —un día que sería recordado como el Domingo Sangriento.

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Credit:
Associated Press
John Lewis recibe una paliza a la entrada del puente Edmund Pettus en Selma, Alabama.

Ese día, a la 1:40 p.m., aproximadamente 600 manifestantes liderados por Lewis y Hosea Williams de la SCLC comenzaron la marcha desde la Capilla Brown después de recibir entrenamiento sobre los principios de la no violencia. En un parque de recreo, en Selma, el colectivo se organizó en grupos de dos personas para cumplir con las estrictas restricciones del municipio sobre los desfiles. Luego, se dirigieron a la calle principal del municipio hacia el río Alabama y el puente Edmund Pettus.

Sobre el encorvado puente suspendido, los manifestantes pudieron divisar abajo, hacia la orilla este del río, a unos 150 patrulleros estatales de Alabama fuertemente armados esperándolos al otro lado. Mirando hacia atrás, hacia Selma, en la orilla oeste del río, vieron una grande y amenazante escuadra armada con garrotes, liderada por el alguacil Jim Clark del condado Dallas. Atrapados y sin opciones favorables, los manifestantes procedieron con su marcha.

Cuando llegaron a la orilla este del río, el mayor John Cloud de la policía estatal de Alabama declaró por un parlante que la marcha era ilegal y ordenó que los manifestantes se dispersaran. Cuando Williams preguntó si podía hablar con Cloud, él respondió: “No hay palabras para intercambiar”.

Lewis sugirió que los manifestantes se arrodillaran y rezaran, pero antes de que pudieran hacerlo, los patrulleros, algunos montados a caballo, embistieron contra ellos. Como reportó Roy Reed para el diario New York Times: “Los primeros 10 o 20 negros fueron arrastrados al suelo gritando, sus brazos y piernas volando … Aquellos aun de pie retrocedieron. Los patrulleros siguieron avanzando, utilizando tanto la fuerza de sus cuerpos como el empuje de sus garrotes. Un grito de celebración irrumpió en los espectadores blancos reunidos en el costado sur de la autopista. Los hombres de la escuadra montados sobre sus caballos los espolearon y cabalgaron rápidamente hacia la masa que retrocedía”.

Ya inconsciente por la paliza de un patrullero, Lewis estaba entre decenas de personas —jóvenes y viejos, hombres y mujeres— que sufrieron graves heridas ese día. Los rayos X del hospital revelaron que Lewis sufrió de una fractura de cráneo.

Reporteros de ABC que documentaron lo sucedido en Selma se apuraron para enviar las imágenes de la impactante envestida de los patrulleros, superando bloqueos policiacos en las carreteras y abordando un vuelo comercial que primero llegó a Atlanta y luego a la ciudad de Nueva York.

Cuando los ejecutivos de ABC vieron las recién reveladas imágenes de esa noche, tomaron la decisión de interrumpir el debut altamente televisado del programa Juicios en Nuremberg para trasmitir las imágenes, casi en su totalidad, de los brutales eventos de ese día en Selma ante una audiencia nacional horrorizada. Las otras dos cadenas de televisión pronto hicieron lo mismo.

El presidente Johnson se dirige al Congreso y hace un llamado a garantías de votación para todos

Durante el período posterior al Domingo Sangriento, la presión sobre Johnson para responder fue intensa e inmediata.

El 9 de marzo de 1965, Johnson emitió una declaración diciendo que tenía expertos trabajando en el borrador de una nueva legislación federal para proteger el derecho al voto y, el 15 de marzo, se pronunció en lo que ahora se conoce como su discurso “Juntos venceremos” ante una sesión conjunta del Congreso.

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Credit:
Associated Press
El presidente Lyndon B. Johnson da su discurso “Juntos venceremos” ante una sesión conjunta del Congreso el 15 de marzo de 1965.

La decisión de pronunciar un discurso fue improvisada. Su redactor de discursos Richard Goodwin tan solo tuvo ocho horas para completar el borrador. De hecho, la versión final del discurso se finalizó tan cerca de las 9 p.m., hora programada para su alocución, que Johnson dio el discurso leyendo una copia escrita a máquina en vez de un teleprompter. A pesar de ser redactado en poco tiempo, pasaría a la historia como uno de los discursos más memorables y consecuentes de Johnson.

El presidente empezó su discurso de 49 minutos diciéndole al Congreso y a una audiencia nacional que mientras muchos temas en derechos civiles eran “muy complicados”, garantizar el derecho al voto no lo era. Votar es algo básico, explicó: “Cada ciudadano estadounidense debe tener un derecho equitativo al voto. No hay razón alguna que pueda excusar la negación de ese derecho”.

Tampoco, continúo Johnson, era la lucha por el derecho al voto en el sur simplemente un asunto de los estadounidenses de raza negra, precisándole a los miembros del Congreso allí reunidos: “No es un problema de los negros. No es un problema de los sureños. No es un problema de los norteños. Sólo hay un problema estadounidense. Y estamos aquí reunidos esta noche como estadounidenses —no como demócratas o republicanos— estamos aquí reunidos esta noche como estadounidenses para resolver ese problema”.

Johnson les solicitó a los legisladores unirse a él “para trabajar largas horas —noches y fines de semana, si es necesario— para aprobar este proyecto” y concretó la urgencia del momento invocando a Lincoln: “Fue hace más de cien años que Abraham Lincoln, un gran presidente de otro partido, firmó la Proclamación de Emancipación, pero la emancipación es una proclamación y no un hecho. Un siglo ha trascurrido, más de cien años, desde que se prometió la igualdad. Aun así, el negro no es igual … su causa debe ser nuestra causa, también. Pero no son solo los negros, sino en realidad somos todos nosotros quienes debemos superar el debilitante legado de la intolerancia e injusticia. Y juntos venceremos”.

Después de explicar lo que su propuesta de ley sobre el derecho al voto lograría, Johnson concluyó con una de sus frases retóricas más memorables. Al recordar su época como joven profesor en una escuela mexicoamericana segregada en el sur de Texas en los años 1920, Johnson dijo que nunca imaginó que tendría el poder de hacer algo sobre el prejuicio racial endémico que afectaba a sus estudiantes y familias. Pero, declaró “Ahora tengo esa oportunidad. Y les voy a compartir un secreto: tengo la intención de usarla”.

La marcha de Selma a Montgomery prosigue después de la intervención de un juez federal

Mientras tanto, de regreso en Selma, continuaban los esfuerzos para reanudar la marcha a Montgomery.

El 9 de marzo de 1965, dos días después del Domingo Sangriento, le llegó la noticia a Martin Luther King Jr. de que el juez federal distrital Frank Johnson había suspendido la marcha hasta nuevo aviso mientras consideraba la petición de King y los organizadores de prohibir a los oficiales estatales y locales interferir con sus planes. En respuesta, un decepcionado King lideró a unos 2,000 manifestantes al puente Edmund Pettus a rezar.

Después de ocho días llenos de ansiedad, llegó el fallo del juez: La marcha podía seguir adelante como estaba detallada en el plan que los organizadores presentaron ante el tribunal.

El juez federal de distrito Frank M. Johnson.
El juez federal de distrito Frank M. Johnson.

El fallo empezó con una descripción del trato extremo que habían recibido los futuros votantes a manos de los oficiales estatales y locales. El juez Johnson escribió que ninguna de esas acciones habían “sido dirigidas para implementar una ley válida del estado de Alabama” pero que tenían como único propósito “impedir y desalentar a los ciudadanos negros de ejercer sus derechos de ciudadanía”.

Si una marcha a pie desde Selma a Montgomery era una respuesta dramática, explicó Johnson, era sin embargo apropiada y constitucional. “La ley es clara sobre lo siguiente: el derecho de petición de cada ciudadano para solicitarle al gobierno que atienda sus agravios se puede ejercer en grupos grandes. De hecho, como en este caso, en que las minorías han sido amenazadas, coaccionadas e intimidadas, la asociación grupal puede ser la única manera de ejercer esos derechos”.

Para garantizar que los manifestantes pudieran ejercer su derecho constitucional de marchar, el juez Johnson no solo les prohibió a los oficiales interferir con la marcha, sino que también les ordenó proveerles protección policiaca durante la marcha.

Seis días después, luego de una ráfaga de apelaciones por parte de los funcionarios de Alabama, la marcha se inició el 21 de marzo bajo la protección de la Guardia Nacional de Alabama (aunque bajo control federal, ya que el gobernador George Wallace de Alabama afirmó que el estado no tenía los fondos suficientes para proteger a los manifestantes). Después de cuatro días, la marcha llegó triunfante a Montgomery.

Por desgracia, aunque la marcha en sí fue mayoritariamente pacífica, la violencia de los opositores a los derechos de votación manchó tanto el principio como el final de la marcha.

Mientras los participantes esperaban el permiso para empezar a marchar, el reverendo James Reeb, un ministro blanco que había viajado desde Boston para sumarse a la marcha, murió por las heridas que sufrió durante una golpiza por parte de una muchedumbre en las calles de Selma. Y después de la marcha, Viola Liuzzo, una mujer blanca de Detroit, sufrió un disparo mortal por parte de miembros del Ku Klux Klan que hostigaban a los manifestantes en sus carros de ida y regreso entre Selma y Montgomery.

El dúo bipartidista que llevó el proyecto a la meta final

Aunque el presidente Johnson dijo estar esperanzando la noche de su discurso del 15 de marzo de que legislación sobre el derecho al voto podía ser aprobada en cuestión de semanas, tomo tiempo redactar un borrador de un proyecto integral a prueba del escrutinio jurídico y que lograra los votos necesarios para superar el filibusterismo.

Gran parte del crédito de lograr que el proyecto fuera aprobado en el Congreso corresponde al dúo bipartidista conformado por el senador Mike Mansfield, demócrata de Montana y líder de la mayoría del Senado, y el senador Everett Dirksen, republicano de Illinois y líder de la minoría del Senado.

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Credit:
Henry Griffin/AP
Mike Mansfield, demócrata y líder de la mayoría del Senado, y Everett Dirksen, republicano y líder de la minoría del Senado.

Una vez que la legislación sobre el derecho al voto estuvo en la agenda, ambos senadores se reunieron con regularidad con la Casa Blanca y el fiscal general Nicholas Katzenbach para debatir y finalizar los detalles de la propuesta. Dirksen, en particular, jugó un papel fundamental en ayudar a desarrollar lo que se convertiría en el requisito insignia de la ley de que todas las jurisdicciones con un historial de discriminación racial deben obtener aprobación previa del gobierno federal para cambiar sus políticas de votación.

El apoyo bipartidista a la Ley de Derecho al Voto perduraría por más de cinco décadas. En los años siguientes, el Congreso reautorizó y enmendó la ley cinco veces. Cada vez, los proyectos se aprobaron con abrumadoras márgenes bipartidistas.

En la más reciente reautorización del 2006, la propuesta se aprobó en la Cámara con una votación de 393 contra 33 y en el Senado con 98 votos a favor y ninguno en contra, antes de ser promulgada por el presidente George W. Bush —un poderoso recordatorio de que no hace tanto tiempo que proteger el derecho al voto no era un tema que polarizaba. Por el contrario, como dijo el presidente Johnson la noche del 15 de marzo de 1965, era “un problema estadounidense”.

Traducción de Laura Gómez