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Análisis

Los efectos duraderos de la supresión del voto

Un nuevo estudio revela que muchas personas a quienes se les impidió votar no vuelven a participar en la próxima elección.

mayo 29, 2025
Voting booths
adamkaz/Getty
  • Nuestra investigación más reciente demuestra que las personas votantes elegibles a quienes se les impide votar una vez son mucho menos propensas a intentarlo otra vez en elecciones posteriores.
  • Una legislación nacional acertada ampliaría el acceso a las urnas y, al mismo tiempo, reforzaría la administración y seguridad electorales.

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Este mes se cumplen 60 años que el Senado aprobó la Ley de Derecho al Voto (Voting Rights Act), un hito histórico en una cámara que estuvo dominada durante mucho tiempo por segregacionistas. Ahora, mediante casos judiciales como Shelby County v. Holder, la Corte Suprema le ha quitado a esa ley las herramientas más poderosas que tenía para garantizar su cumplimiento, y la supresión del voto se agudiza una vez más.

Los estados han promulgado docenas de leyes que hacen más difícil votar. ¿Qué impacto tendrán estas leyes en las importantísimas elecciones de medio término del año que viene? El Brennan Center ha presentado pruebas convincentes de que estas leyes suprimen el voto directamente.

Y nuestra investigación más reciente demuestra, con una magnitud aún más significativa, que las personas votantes elegibles a quienes se les impide votar una vez son mucho menos propensas a intentarlo otra vez en elecciones posteriores. Parece que se dan por vencidos. La supresión del voto puede perdurar durante años, quizá toda la vida. Este hallazgo es profundamente perturbador porque sugiere que hasta los efectos más pequeños de estas nuevas leyes pueden seguir impactándonos a lo largo del tiempo.

Los científicos sociales Kevin Morris y Coryn Grange, junto con otros científicos políticos de Barnard College y la Universidad del Estado de Tennessee, estudiaron los efectos de la ley S.B. 1, una ley de Texas que hizo mucho más difícil votar por correo. Otra de nuestras investigaciones ya ha demostrado que el estado había rechazado miles de solicitudes de boletas de voto por correo y votos enviados por correo en las elecciones primarias de 2022, la mayoría de votantes no blancos.

Ahora, gracias a este nuevo estudio, sabemos que las personas votantes a quienes les rechazaron sus boletas en las elecciones primarias fueron considerablemente menos propensas a votar en elecciones posteriores.

Específicamente, aquellas personas votantes a quienes les rechazaron sus solicitudes de boletas de voto por correo en las primarias de 2022 fueron 16 puntos porcentuales menos propensas a votar en las elecciones generales de 2022. Y se observó la misma tendencia en las elecciones primarias de 2024, dos años después.

Cabe aclarar: estas personas no eran ciudadanos apáticos o desinteresados. Eran votantes frecuentes que habían votado como correspondía año tras año: el 85 por ciento de las personas a quienes les rechazaron sus boletas o sus solicitudes de boletas de voto por correo había votado en las elecciones generales de 2016, 2018 y 2020.

Esta es otra prueba sólida que demuestra que la reciente ola de leyes electorales restrictivas tendrá un impacto profundo y creciente. El año pasado, otro estudio del Brennan Center, basado en un archivo de votantes con casi 1 billón de registros, demostró que la brecha entre la participación del electorado blanco y la del electorado no blanco se ha ensanchado en todo el país, pero creció el doble en los condados antes controlados por una fuerte Ley de Derecho al Voto.

Hay quienes sugieren que el tumulto sobre estas nuevas leyes electorales fue solo ruido y furia que, a fin de cuentas, no significó mucho. Claro, dicen que estas leyes pudieron haber tenido una mala intención, pero que su impacto fue mínimo. Resulta que las leyes de supresión del voto… suprimen el voto. ¿Quién lo habría pensado?

Entonces, se genera otra consecuencia alarmante. Texas ahora restringe el voto por correo para las personas mayores de 65 años. Estos son votantes asiduos, ciudadanos obedientes, firmes partidarios ya sean demócratas o republicanos. Aun cuando se les desaliente.

Es muy lógico pensar que las barreras impuestas sobre la participación en las elecciones desalienten aún más a las personas votantes más jóvenes al inicio de su participación cívica. Una larga espera en el sitio de votación, la exigencia de presentar un certificado de nacimiento o un error técnico en la boleta pueden repercutir toda la vida.

El analista político Michael Podhorzer ha observado con agudeza que se está creando un “reemplazo generacional”: “Las personas mayores con el hábito establecido de votar mantienen la costumbre de votar, mientras que las nuevas restricciones colocan obstáculos sobre las personas más jóvenes”. Nuestro estudio demuestra los efectos de la supresión del voto sobre las personas mayores, pero subestima lo profundo que puede calar esta privación silenciosa del derecho al voto.

Entonces, ¿qué hacemos al respecto?

El Brennan Center presentó una demanda, junto a otros grupos de defensa del derecho al voto, en contra de la ley S.B. 1. Hemos logrado ciertas victorias, pero el caso se alarga. Los dictámenes de la Corte Suprema, como en la causa Brnovich de 2021, han hecho aún más difícil que el electorado gane este tipo de demandas.

A fin de cuentas, nada reemplaza a la legislación nacional. En este sentido, hay medidas nacionales desacertadas, como la Ley SAVE (SAVE Act), que efectivamente exige a la población estadounidense presentar un pasaporte o un certificado de nacimiento al registrarse para votar. Nuestra investigación demuestra que 21 millones de personas no tienen a mano estos documentos.

La Cámara de Representantes aprobó este proyecto de ley de supresión del voto, pero hay motivos para confiar en que sus opositores tengan los votos necesarios para bloquearla en el Senado.

Una legislación nacional acertada ampliaría el acceso a las urnas y, al mismo tiempo, reforzaría la administración y seguridad electorales. La Ley de Libertad para Votar (Freedom to Vote Act) establecería normas nacionales de base para garantizar que las boletas no se descarten por errores o discrepancias menores y prohibiría muchas de las restricciones estatales en la votación anticipada y el voto por correo.

La Ley para Promover el Derecho al Voto de John R. Lewis (John R. Lewis Voting Rights Advancement Act) le devolvería a la Ley de Derecho al Voto toda su fuerza.

Estas reformas estuvieron extremadamente cerca de haberse promulgado hace algunos años. En ese momento, pronosticamos que, si los tribunales federales y el Congreso no protegían la libertad de voto, los estados se quedarían sin control para vulnerar los derechos del pueblo. Desafortunadamente, eso es lo que ha pasado. El Congreso debe prepararse una vez más para tomar cartas en el asunto.

Las campañas y partidos políticos deben intervenir nuevamente para defender el derecho al voto contra las regulaciones restrictivas, no solo para su beneficio político, sino también por el bien de la democracia. Mientras los progresistas luchan por crear nuevas agendas políticas, las protecciones democráticas fundamentales deben permanecer en el centro de sus prioridades.

Y el electorado debe hacer su parte. La ciudadanía de cada estado debe ponerse firme y no dejarse amedrentar por los obstáculos que enfrenta en las urnas debido a restricciones electorales injustas. La historia nos ha enseñado que el progreso depende de la resiliencia de las personas ante los innumerables intentos de negarles su derecho al voto.

Tiene sentido que estas nuevas pruebas objetivas vengan de Texas. Cuando el presidente Lyndon Johnson propuso la Ley de Derecho al Voto en 1965, lo hizo en respuesta a la valentía de aquellas personas que marcharon en Selma, Alabama.

También se basó en su experiencia personal cuando enseñaba en una pequeña escuela primaria del condado de Hill. “Por alguna razón, uno nunca se olvida lo que pueden hacer la pobreza y el odio cuando se ven sus heridas en el rostro esperanzado de un niño pequeño”, le dijo al Congreso. “Nunca pensé en ese momento, en 1928, que estaría hoy aquí en 1965. Ni siquiera se me ocurrió en mis sueños más fervientes que tendría la oportunidad de ayudar a los hijos e hijas de esos estudiantes y ayudar a otra gente como ellos a lo ancho de todo el país”.

“Pero ahora sí tengo esa oportunidad —y les contaré un secreto—, tengo la intención de aprovecharla”.

Esperemos que, una vez más, las lecciones provenientes de Texas abran el camino hacia el progreso.

Traducción de Ana Lis Salotti.