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Análisis

La distribución de distritos debe reflejar cambios demográficos, no seguir juegos políticos partidistas

Cuando se trazan los nuevos mapas de distritos electorales, es crucial que la representación política refleje el crecimiento poblacional y el cambio demográfico de la nación.

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Tamir Kalifa/Getty
Ver la serie entera La redistribución de distritos y los cambios demográficos en estados claves

Ya ha comenzado el nuevo ciclo de distribución de distritos electorales para el Congreso y las legislaturas estatales en todo el país. Durante las próximas semanas y meses, habrá mucho debate sobre estos mapas. Seguramente la prensa y demás observadores del proceso querrán analizarlo a través de la perspectiva simplificada de una batalla entre los dos partidos políticos principales, donde hay ganadores y perdedores políticos. 

Pero la distribución de distritos no se trata solamente de los efectos partidistas de los nuevos mapas. El objetivo del proceso es hacer que los distritos y la representación reflejen los cambios poblacionales y demográficos del país. Y así, el aspecto más relevante y de mayor peso es el impacto real de los mapas en las comunidades y, en particular, en las no blancas. 

Las comunidades no blancas impulsaron el crecimiento del país durante la última década. Por primera vez en la historia, estas comunidades fueron responsables de todo el crecimiento poblacional del país. Trazar mapas de representación que reflejen a esta nación multirracial y multiétnica emergente nunca ha sido más urgente, dada la constante falta de representación para estas comunidades. 

Las familias latinas, negras y asiáticas se están mudando cada vez más a los suburbios, que dejan de ser históricamente homogéneos para transformarse en áreas diversas. Las preferencias políticas de estas comunidades emergentes se deberían reflejar en representantes que lleven sus perspectivas y experiencias a las cámaras legislativas y brinden a sus electores los servicios necesarios. A medida que los estados y las localidades trazan sus mapas, deben evaluar en qué medida sus mapas plasman estos cambios.

Para destacar mejor la evolución de estos cambios en el país, el Brennan Center publica una serie de análisis sobre las tendencias demográficas durante la última década de cuatro estados: Florida, Georgia, Carolina del Norte y Texas. 

Estos análisis se centran en los grupos raciales y étnicos que están impulsando el crecimiento y la distribución geográfica de los cambios poblacionales de los cuatro estados en estudio. El objetivo consiste en resaltar las transformaciones demográficas y sociales que deberían guiar el actual ciclo de distribución de distritos y ponerse de manifiesto en los nuevos mapas. 

Los cuatro estados presentan dinámicas similares de rápido crecimiento de sus poblaciones. Todos cuentan con un proceso de distribución de distritos dominado por un solo partido político y tienen recientes antecedentes desafortunados de abusos y discriminación racial en la distribución de distritos. Y lo que es más importante, todos han visto un crecimiento significativo de sus poblaciones no blancas en los suburbios, que antes eran mayormente blancos porque habían sido diseñados específicamente para excluir a las personas no blancas. Al final, las grandes comunidades no blancas ya han comenzado a transformar el equilibrio del poder y así amenazan con derribar las estructuras de poder antes arraigadas. 

Por ejemplo, en el condado de Gwinnett en Georgia, a las afueras de Atlanta, las comunidades latinas, negras y asiáticas se han movilizado para cambiar el panorama político en todos los niveles de gobierno y para eso, en muchos casos, superaron la resistencia del establishment blanco. Lo mismo ocurrió en Sugar Land, Texas, una ciudad que fue caracterizada por la llegada en masa de personas blancas de la contigua Houston y ahora tiene un 41 por ciento de población asiática y un 62 por ciento de población no blanca. Los alrededores de Charlotte y del Research Triangle en Carolina del Norte y la ciudad de Orlando, Florida, siguen tendencias similares. 

Las personas encargadas de trazar los mapas de estos estados tendrán que tomar decisiones acerca de cómo tratar a estas diversas comunidades durante la distribución de distritos. 

En algunos lugares, las comunidades no blancas crecieron tanto que se podrán presentar demandas judiciales si se trazan mapas injustos según la legislación de derecho al voto. Pero incluso cuando no sea posible iniciar acciones legales, se tomarán decisiones discrecionales para crear nuevas oportunidades electorales que favorezcan a las grandes comunidades minoritarias que van en crecimiento. 

Como la historia nos lo demuestra, es poco probable que quienes deciden cómo trazar distritos le abran paso al futuro multirracial y multiétnico. Así que nos acecha la amenaza de tener otra década de mapas discriminatorios. Desafortunadamente, el Congreso aún no ha hecho nada para fortalecer las protecciones legales de las comunidades no blancas, ya que no aprobó la Ley de Libertad de Voto (Freedom to Vote Act) ni la Ley para el Avance del Derecho al Voto (John R. Lewis Voting Rights Advancement Act). 

Pero esa falta de acción no debe tomarse como luz verde para trazar distritos que diluyan la influencia de las comunidades latinas, negras y asiáticas. A medida que los estados publican sus nuevos mapas de distritos electorales, se debe prestar mucha atención para detectar si las fronteras políticas de la próxima década plasman a un Estados Unidos transformado o si un trazado de límites discriminatorio y un ataque contra las comunidades no blancas socavan la representación justa durante diez años más.