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Análisis

Lo que realmente funciona para combatir el delito

Los planes de la administración para combatir el delito dictando políticas estatales de fianza o desplegando la Guardia Nacional no garantizan la seguridad a largo plazo, pero hay muchas otras formas comprobadas de reducir la delincuencia.

cops
Boston Globe/Getty
  • Las medidas de mano dura, como el despliegue de soldados, no brindan seguridad a largo plazo.
  • La experiencia demuestra que los métodos más efectivos de seguridad pública son los dirigidos por el gobierno y la policía locales con el apoyo del gobierno federal, no al revés.

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La administración actual ha interferido en las funciones estatales y locales de orden público de maneras nunca antes vistas, desde el despliegue de la Guardia Nacional en las calles de California hasta la intervención del departamento de policía en Washington, D.C.

Los funcionarios de esta administración dicen que están respondiendo a una emergencia delictiva. Pero, en realidad, la delincuencia ha venido disminuyendo constantemente en muchas ciudades, incluso en Washington, D.C., según los datos de la policía local.

Tanto la historia como los acontecimientos recientes demuestran que una prevención eficaz del delito requiere de una planeación detallada y una inversión ajustada a las circunstancias y necesidades particulares de cada ciudad. Las medidas de mano dura, como el despliegue de soldados, no brindan seguridad a largo plazo, aun cuando produzcan algunos resultados a corto plazo.

A continuación, presentamos lo que sabemos sobre las tendencias delictivas recientes y lo que sí funciona para reducir el delito.

Cada comunidad tiene necesidades diferentes

La experiencia demuestra que los métodos más efectivos de seguridad pública son los dirigidos por el gobierno y la policía locales con el apoyo del gobierno federal, no al revés. Esto se debe a que ellos conocen la situación real del lugar, qué genera los conflictos que llevan a la delincuencia, qué recursos hay disponibles y quiénes son las voces de confianza en la comunidad, entre otros factores. Esta dinámica varía muchísimo según la ciudad y según el estado.

Esto es especialmente crucial en una ciudad tan complicada como Washington, donde el sistema de justicia está fragmentado entre el gobierno local y el gobierno federal. Las consecuencias de esta soberanía dividida son increíblemente profundas y no las resolverá la Guardia Nacional. Por ejemplo, los cargos de jueces vacantes y difíciles de llenar han ocasionado demoras judiciales que menoscaban la legitimidad del sistema y su capacidad de penalizar a los delincuentes.

Otras comunidades enfrentan dificultadas distintas, y el gobierno local es el que mejor sabe cómo identificarlas y solucionarlas. Por ejemplo, una ciudad puede tener un programa o una estrategia que está funcionando bien para reducir el número de homicidios, mientras que otra puede estar luchando contra los secuestros de vehículos.

El gobierno federal puede apoyar estas iniciativas compartiendo las mejores prácticas aprendidas en otras jurisdicciones y brindando fondos para hacerlas sostenibles, lo cual aumenta las probabilidades de brindar seguridad a largo plazo. Pero seguramente ninguno de estos problemas se resolverá con el despliegue de fuerzas militares.

Soluciones comprobadas para la reducción del delito

Las estrategias efectivas de prevención del delito se basan en intervenciones específicas e inversiones concretas en las comunidades y, además, casi nunca son controversiales. Al contrario, muchas de estas estrategias gozan de un amplio apoyo bipartidario de parte de políticos y legisladores, autoridades policiales y judiciales, y grupos a favor de la reforma del sistema de justicia.

Los programas de prevención de la violencia que han demostrado ser prometedores en ciudades como Newark y Chicago pueden ayudar a frenar la escalada de los conflictos antes de que ocurran los delitos, lo cual ha contribuido a la reciente reducción de la violencia observada en esas dos ciudades.

Un programa redujo los arrestos por tiroteos y homicidios en más del 60 por ciento entre quienes participaron del programa. Más de las tres cuartas partes de todos los homicidios surgen a raíz de un fuerte conflicto impredecible entre personas, y en aproximadamente 8 de cada 10 homicidios se usa un arma de fuego. Desalentar a la portación ilegal de armas puede evitar que estos conflictos se vuelvan letales. La policía y las organizaciones comunitarias pueden desempeñar un rol fundamental en esta importante tarea.

Para aumentar la confianza entre la policía y las comunidades, hay que asegurarse de que sus interacciones no sean únicamente como respuesta a un delito. Un estudio reveló que “una sola interacción positiva por cuestiones no delictivas aumentó la legitimidad de los oficiales y la disposición de la gente para cooperar con la policía”.

La inversión en programas extracurriculares o de trabajos de verano como los implementados en Boston se tradujo en una reducción del 35 por ciento en los cargos de delitos violentos, porque mantienen a los jóvenes ocupados y lejos de las calles cuando no tienen clases. Cada vez más estudios demuestran que construir y reparar los espacios verdes de una comunidad, y agregar más luces en las calles puede reducir la delincuencia porque crea sitios más seguros para jugar y fomentar el sentido de comunidad.

Además, entre el 40 y el 50 por ciento de los homicidios nunca se resuelve, y las tasas de “resolución” son aún más bajas para delitos violentos no fatales y contra la propiedad. Resolver las demoras en el procesamiento de evidencias y ocupar puestos vacantes de investigadores y detectives puede ayudar a resolver más delitos, aumentar la confianza del público en el sistema y romper los ciclos de violencia.

Además, también se puede reducir la reincidencia mediante programas de eficacia comprobada, como los programas de educación y capacitación laboral dentro de las prisiones o las leyes para el sellado de antecedentes penales que ayudan a las personas a conseguir trabajo o vivienda.

Guiarse por los datos

Las últimas medidas de la administración se han basado en la teoría de que la delincuencia alcanza altas cifras únicamente en las ciudades gobernadas por demócratas. La verdad es que las zonas rurales, al igual que los estados y las ciudades con gobiernos republicanos, enfrentan índices de delincuencia de igual magnitud, cuando no más altos.

De hecho, los gobernadores que desplegaron sus agentes de la Guardia Nacional para combatir el delito en D.C., a pedido del presidente, suelen lidiar con problemas igualmente serios de seguridad pública también en sus propios estados.

El panorama nacional tampoco es lo que dibuja la administración. El delito, en especial el delito violento, aumentó en todo el país durante los primeros años de la pandemia de COVID-19. Esos incrementos se observaron en comunidades de todo tipo —ciudades, suburbios y zonas rurales—, más allá de sus tendencias demócratas o republicanas.

Desde entonces, el delito ha disminuido drásticamente. El año pasado, el índice nacional de homicidios bajó un 16 por ciento, una reducción récord que continúa una tendencia a la baja desde hace varios años. Por eso, los homicidios fueron menos frecuentes en 2024 que en 2019, y los datos locales de las ciudades indican que la tasa nacional de homicidios sigue bajando.

Otras categorías de delitos también han disminuido. Según el analista de datos delictivos Jeff Asher, “las tasas nacionales de delitos violentos y contra la propiedad informados en 2024 llegaron al punto más bajo desde la década de 1960”.

Muchas de las ciudades más grandes de los Estados Unidos han registrado caídas similares en el delito y la violencia. Los homicidios siguen disminuyendo en Nueva York, donde bajaron un 17 por ciento en lo que va del año. Lo mismo se observa en Filadelfia (también con una baja del 17 por ciento) y en Chicago (con una disminución impresionante del 30 por ciento). Y los últimos datos de Memphis indican que esta ciudad ha comenzado a revertir los recientes aumentos en materia de homicidios, agresiones físicas y robos de vehículos.

Del mismo modo, en Washington, las estadísticas de la policía demuestran una disminución del 33 por ciento en los delitos violentos a mitad de año en comparación con las cifras de 2024. Esta caída continúa la tendencia a la baja que comenzó en 2023 y que hace difícil distinguir qué efectos a corto plazo han tenido las intervenciones del gobierno federal sobre la delincuencia en esta ciudad, si es que ha tenido algún efecto. En términos simples, es demasiado pronto para saberlo a ciencia cierta.

A pesar de las victorias nacionales a la hora de combatir la delincuencia, ciertamente sigue habiendo motivos de preocupación. No todas las ciudades ni todos los vecindarios han registrado estas disminuciones, y, según la ciudad, algunos delitos siguen siendo más frecuentes que antes de la pandemia.

En la ciudad de Nueva York, por ejemplo, la agresión física y el hurto en tiendas siguen en aumento, aun cuando las tasas de homicidios han bajado estrepitosamente. Pero el país no está sufriendo una ola de delitos ni una emergencia de seguridad pública, en especial en materia de los delitos más peligrosos y letales.

Deberíamos estar invirtiendo en estrategias de eficacia comprobada, en lugar de impedir su aplicación con cada vez menos fondos, un problema exacerbado por los recortes presupuestarios arbitrarios de la administración Trump. La prevención del delito funciona cuando se fortalece la confianza de la comunidad y se basa en la evidencia, no en demostraciones aparatosas de fuerza.

Traducción de Ana Lis Salotti.