I. La magnitud del sistema de justicia penal de los Estados Unidos
Este análisis comienza con el cálculo de la cantidad de personas que han estado implicadas en el sistema de justicia penal de alguna de estas tres formas diferentes: mediante un encarcelamiento, una condena por un delito mayor que no derivó en encarcelamiento, y una condena por un delito menor. Estos tres tipos de sanciones reducen los ingresos de una persona, por lo cual es importante entender cuál es su magnitud.
Hay muchas otras formas en las que se puede ingresar al sistema de justicia penal. De acuerdo con el FBI, más de 70 millones de personas en los Estados Unidos tienen algún tipo de antecedente penal, lo que significa que, como mínimo, fueron arrestados. Millones de personas pasan por las cárceles del país todos los años. Y decenas de millones tienen a un familiar implicado en el sistema de justicia penal de alguna forma u otra. Todas estas interacciones con la justicia penal pueden afectar los ingresos de las personas y ocasionar otros daños graves y permanentes. El foco de este informe sobre las condenas y el encarcelamiento no debería interpretarse como una trivialización u omisión de los costos de los otros tipos de interacciones con el sistema de justicia penal.
Ha habido otros análisis que estudiaron el impacto del encarcelamiento en los ingresos posteriores, pero apenas si evaluaron el efecto de las condenas. Además, muy pocos análisis se propusieron distinguir entre los efectos de las condenas y los del encarcelamiento, o los efectos de recibir una condena por un delito mayor y los de recibirla por un delito menor. Este informe procura llenar estos vacíos de información.
Cómo calculamos el total de personas previamente encarceladas
>> El tamaño de cada una de las tres poblaciones estudiadas en este informe fue calculado a partir del total de personas afectadas por cada parte del sistema de justicia penal en un año cualquiera, que se redujo según las tasas de reincidencia penal y mortalidad, y luego se repitió este proceso para todos los años siguientes de los que se tienen datos.
>> Para las personas previamente encarceladas, el cálculo comienza con los siguientes datos:
- Personas puestas en libertad. Los datos sobre las personas que salieron de prisión entre los años 1965 y 2017 fueron obtenidos de la Oficina de Estadísticas Judiciales (Bureau of Justice Statistics, BJS) del Departamento de Justicia de los Estados Unidos. El modelo estadístico de este informe comienza en 1965 porque se determinó que la cantidad de personas encarceladas que fueron puestas en libertad antes de 1965 y que siguen vivas hoy en día es insignificante, debido a la alta tasa de mortalidad de la población encarcelada y la edad promedio de encarcelación.
- Datos de reincidencia penal. Los informes gubernamentales normalmente brindan datos sobre la reincidencia penal según cuántas personas son nuevamente arrestadas, condenadas o encarceladas dentro de un período determinado (por ejemplo, cinco años). Sin embargo, lo que es relevante para este informe es qué probabilidades tiene una persona de volver a prisión en cualquier momento hasta el año 2017, el final del período de estudio de este informe. Entonces, en lugar de usar las tasas convencionales de reincidencia, los autores calcularon cuántas probabilidades tiene una persona liberada un año determinado de volver a prisión durante los años estudiados, hasta 2017. Estos cálculos se realizaron a partir de los datos del Programa de Informes Penitenciarios Nacionales (National Corrections Reporting Program) y basándose en los estudios anteriores en la materia.
- Tasas de mortalidad. La encarcelación tiene características particulares que dañan la salud mental y física de las personas encarceladas. Por lo tanto, los autores trabajaron sobre el alarmante supuesto de que las personas que fueron encarceladas sufren tasas de mortalidad más altas que la población en general.
>> Luego, por cada año en estudio, el modelo ajustó las liberaciones anuales según las tasas de mortalidad y reincidencia penal de ese mismo año.
>> Para visualizar el proceso: comencemos por un año representativo, 2005. Durante ese año, 701,632 personas fueron puestas en libertad. Los autores calculan que, dados los 12 años que tuvieron hasta 2017 para un posible rencarcelamiento, el 63 por ciento volvería a ser arrestado. Del restante 37 por ciento de personas que no volvería a la prisión (o sea, 259,899 personas), los autores estiman que el 90 por ciento sigue vivo en la actualidad. Por lo tanto, de las personas liberadas en 2005 que no volvieron a prisión, se calcula que un total de 234,914 individuos siguen con vida.
>> Por último, se sumaron todos los resultados de cada año en estudio.
A. Personas previamente encarceladas
Cálculo: 7.7 millones
Dado que ninguna fuente gubernamental registra la cantidad de personas que alguna vez fueron encarceladas, los autores elaboraron un modelo para realizar este cálculo. Comenzaron por ingresar (o interpolar, cuando haya sido necesario para resolver la falta de datos) la cantidad de personas que fueron liberadas de prisión durante un año de los del período en estudio. Luego, se ajustaron estos totales según las tasas de reincidencia penal para asegurarse de que el modelo no cuente dos veces a las personas que luego, según los datos, volvieron a ser encarceladas. Por último, se ajustaron los datos según las tasas de mortalidad para eliminar del total a las personas que fueron encarceladas en algún momento, pero que probablemente no sigan con vida. Este proceso coincide a grandes rasgos con la estructura de otros estudios anteriores, pero incluye datos más recientes.
De acuerdo con este proceso, se calculó que hay 7.7 millones de personas en la actualidad (poco menos de la población total de Virginia) que fueron encarceladas en algún momento de sus vidas. Resulta interesante señalar que más del 75 por ciento de estas personas fue liberado en 2000 o en los años posteriores, lo cual significa que su período de encarcelamiento probablemente haya comenzado a fines de los años 90. Por lo tanto, si bien puede ser tentador atribuir el tamaño de la población previamente encarcelada a la implementación de políticas arcaicas que fueron revocadas desde hace tiempo, esta explicación no parece del todo precisa.
Este cálculo coincide, en líneas generales, con el de los estudios anteriores. Algunos cálculos más pequeños incluyen solo a la población en edad laboral o están desactualizados. Otros estudios más recientes han calculado que en 2010 había unas 7.3 millones de personas que estaban actual o previamente encarceladas en los Estados Unidos. Debido a que el cálculo de este informe utiliza datos desde 1965 hasta 2017 (no había suficientes datos disponibles sobre el 2018 al momento de esta publicación), es lógico que aquí tengamos una suma más alta. El cálculo de este informe sería aún mayor si no fuera por las tasas de mortalidad relativamente altas que aquí se utilizaron.
Según lo demuestra la tabla 2, los hombres superan ampliamente a las mujeres en cuanto a la población previamente encarcelada. Las personas negras y latinas también representan la mayoría de esta población, y las mujeres y los hombres negros previamente encarcelados superan a las mujeres y los hombres blancos.
Tal como lo ilustra la figura 1, estos totales son extremadamente desproporcionales si se considera la población en general. Pero la representación desproporcional de las personas negras y latinas en la población previamente encarcelada no debe resultarnos sorprendente, dada la existencia constante y bien documentada de desigualdades raciales en las poblaciones penitenciarias. De hecho, de acuerdo con los datos más recientes, la cantidad de mujeres y hombres negros privados de libertad sigue superando la cantidad de mujeres y hombres blancos encarcelados. Sería sorprendente si estas constantes desigualdades no se reflejaran en la población previamente encarcelada.
B. Personas condenadas por un delito mayor sin encarcelamiento
Cálculo: 12.1 millones
Si bien el encarcelamiento es una pena importante, las personas previamente encarceladas son solo una pequeña porción de toda la población implicada en el sistema judicial. Aquellas personas actual o previamente encarceladas, unos 10 millones en total, integran solo el 15 por ciento de los 70 millones de personas que tienen algún tipo de antecedentes penales.
Las condenas por delitos mayores son un tipo de pena grave que seguramente afecte el potencial de ingresos de una persona. Es fundamental comprender su prevalencia y sus efectos para tener un panorama completo del impacto económico que tiene el sistema de justicia penal. Sin embargo, resulta difícil calcular la cantidad de personas condenadas por delitos mayores que no hayan sido encarceladas, porque muchas personas condenadas por delitos mayores sí pasan tiempo en prisión.
La mayoría de las personas condenadas por un delito mayor recibe una pena de prisión, de libertad vigilada (un tipo de libertad supervisada que suele darse como alternativa al encarcelamiento) o una pena mixta que combina las dos anteriores. Por lo tanto, para calcular las personas condenadas por un delito mayor, pero no encarceladas, este informe comienza con los datos de la cantidad de personas que recibe una pena de libertad vigilada por año.
Al igual que se explicó en la última sección, estos totales luego se ajustaron según las tasas de reincidencia penal y mortalidad. Los datos sobre reincidencia fueron obtenidos de los informes de las personas que tienen un régimen de libertad vigilada en el sistema federal. Para las tasas de mortalidad, los autores supusieron que las personas condenadas por delitos mayores, pero no encarceladas tienen un mayor riesgo de mortalidad que la población en general, pero menor que la población previamente encarcelada. Los autores también agregaron otras variables para asegurarse, en la mayor medida posible, de que el modelo incluyera solo a las personas bajo libertad vigilada y que no habían sido encarceladas. Luego, la cantidad de personas bajo libertad vigilada fue reducida a la mitad porque, de acuerdo con los datos de la BJS, la mitad de las personas con penas de libertad vigilada las recibieron por un delito menor.
Tras repetir este proceso para cada cohorte anual de personas que reciben una pena de libertad vigilada, los autores calcularon que son aproximadamente 12.1 millones las personas que viven actualmente y que fueron condenadas por un delito mayor sin haber sido encarceladas. Desafortunadamente, la BJS no realiza un desglose racial de las personas que comienzan o finalizan un régimen de libertad vigilada. Por consiguiente, no es posible estudiar la composición demográfica de esta población.
Existe el riesgo de que este cálculo sea excesivo, ya que puede estar incluyendo a personas que sí pasaron tiempo en prisión. Por ejemplo, una persona que haya sido puesta en prisión por un delito distinto después de haber completado su régimen de libertad vigilada se estaría contando en los dos grupos. La naturaleza fragmentaria de los datos sobre la justicia penal hace imposible eliminar este riesgo por completo.
Sin embargo, otras dos limitaciones sugieren que este modelo podría haber dado un cálculo demasiado bajo. En primer lugar, los datos necesarios para este modelo solo se remontan al año 1980; por lo tanto, abarcan un período más corto que el modelo de la población previamente encarcelada. En segundo lugar, muchas personas condenadas por un delito mayor reciben una sentencia de prisión en la cárcel local, una población que no examinaron ni este modelo ni el análisis de la sección anterior. No obstante, aunque es un cálculo aproximado, nos ayuda a conocer mejor a la población implicada en el sistema judicial.
C. Personas condenadas por un delito menor
Cálculo: 45 millones
Los delitos menores, si bien son menos graves que los delitos mayores, también tienen repercusiones duraderas sobre el potencial de ingresos de una persona. Las condenas por estos delitos generalmente más leves pueden aparecer en las verificaciones de antecedentes penales, inhabilitar a una persona para recibir una licencia profesional o provocar otras situaciones restrictivas. Todo cálculo de la prevalencia de las condenas penales y sus efectos debe considerar el gigantesco sistema de justicia de delitos menores.
La mayoría de las personas en los Estados Unidos está familiarizada, por la cultura popular, con el modelo clásico de la justicia penal: presididos por un juez, la fiscalía y la defensa presentan pruebas, preguntan y repreguntan a los testigos y un jurado imparcial decide la culpabilidad o inocencia del acusado. Pero este modelo describe tan solo a un porcentaje ínfimamente pequeño de las causas penales. Tampoco refleja la realidad del sistema de justicia de delitos menores. A las personas acusadas de un delito menor se les ofrece una forma de justicia compacta y, muchas veces, reducida.
Si bien esta área de estudio sigue avanzando, las investigaciones han documentado más de 13 millones de causas anuales por delitos menores durante los últimos años. Sin embargo, resulta difícil calcular la cantidad de personas condenadas por un delito menor. Las tasas de condena e incluso la definición de una condena por delito menor varían de estado en estado. Algunos delitos leves se clasifican como delitos menores en algunos estados, pero no en otros.
Por lo tanto, para calcular la cantidad de condenas por delitos menores, este informe emplea un método novedoso que comienza con los datos del FBI sobre arrestos y luego calcula cuántos de esos arrestos terminaron en condenas mediante las tasas de condena calculadas por una encuesta longitudinal.
A continuación, para evitar duplicar el conteo, los autores calcularon la reincidencia penal por delitos menores. Sin embargo, el cálculo de la reincidencia plantea sus propios desafíos: a diferencia de los períodos de encarcelamiento y las sentencias por delitos mayores, es frecuente que una persona sea condenada por delitos menores más de una vez por año. Para resolver este problema, se usaron los ingresos a la cárcel repetidos como un indicador representativo de la reincidencia por delitos menores dentro de un mismo año. Luego, se usó esta cifra, que sugiere que, en promedio, una persona ingresa a una cárcel de una ciudad importante aproximadamente 1.4 veces por año, para calcular cuántas personas por año fueron condenadas por un delito menor. Al igual que en las secciones anteriores, se ajustaron las cifras según las tasas de mortalidad y reincidencia interanual. Siguiendo este método, los autores calculan que hay casi 46.8 millones de personas con vida en la actualidad, o uno en siete estadounidenses, que fueron condenados por algún delito menor y, por lo tanto, tienen antecedentes penales considerables.
Esta cifra tiene algunas limitaciones. En primer lugar, es probable que incluya a personas que ya se hubieran contado en las secciones anteriores. Es decir, algunas de los 46.8 millones de personas calculados con este modelo pueden haber pasado tiempo en prisión o haber sido condenadas por un delito mayor antes o después de haber recibido la condena por un delito menor. Este riesgo de duplicación de conteos es inevitable. La métrica sobre reincidencia penal de este modelo teóricamente protege contra la duplicación de personas que hayan sido condenadas por dos delitos menores, pero, debido a las limitaciones de los datos existentes, no puede eliminar a las personas que hubieran reincidido de otras formas. Además, los autores pudieron obtener suficientes datos para aplicar este modelo durante solo 23 años, de 1995 a 2017. Además, las tasas reales de reincidencia intranual también pueden ser más altas que las determinadas por las pocas investigaciones disponibles que se usaron para elaborar este modelo.
Estas limitaciones no se pueden subsanar debido a los importantes vacíos de información que hay en el sistema de justicia penal de nuestro país. Se necesitarían investigaciones originales exhaustivas, con una recolección de datos a gran escala, para conocer con más precisión cuántas personas han sido condenadas por un delito menor. Dadas estas limitaciones, podría ser más útil considerar el total determinado en este informe como un valor aproximado y no preciso: aproximadamente unos 45 millones de personas, y no precisamente 46.8 millones, fueron condenados por un delito menor.
El enorme alcance de la reclusión en las cárceles
>> Hay un grupo considerable que quedó fuera de nuestros conteos: las personas que son detenidas o recluidas en una cárcel. Debido a que las cárceles procesan más de 10 millones de ingresos por año, la cantidad de personas que en algún momento ingresaron a la cárcel debe de ser enorme.
>> Resulta difícil calcular el tamaño de esta población. Parte del problema es que las cárceles cumplen dos funciones: sirven para detener a alguien durante un período corto mientras esperan juicio y para encarcelar a una persona que ya fue condenada por un delito, normalmente un delito menor. Sin embargo, los datos sobre la reincidencia penal en las cárceles solo suelen registrar a las personas del segundo grupo. Sin saber con precisión la tasa de reingreso a una cárcel por cualquier razón, es imposible obtener un cálculo razonable de la población previamente recluida en una cárcel. Esto es así especialmente porque el 54 por ciento de la población carcelaria se renueva cada semana, lo cual amplifica el efecto de cualquier error en los cálculos de reincidencia.
>> El período de reclusión en las cárceles también varía muchísimo. Si bien el período de reclusión en una cárcel tiene un promedio de tan solo 26 días, en jurisdicciones más grandes como la de la ciudad de Nueva York, es más prolongado. Y se han documentado casos de reclusión en cárceles que se extienden durante años. Como consecuencia, es difícil afirmar que todas las personas que pasan tiempo en una cárcel son afectadas de la misma forma. La pérdida de ingresos e incluso de empleo son ciertamente experiencias comunes. Pero los efectos a largo plazo y cómo se distribuyen son interrogantes más complicados.
>> Las investigaciones llevadas a cabo para este informe sí les permitieron a los autores llegar a la conclusión, basada en un importante caso, de que la cantidad de personas afectadas por las cárceles es en verdad enorme. Antes de la pandemia del coronavirus, el Departamento Correccional de la ciudad de Nueva York (que supervisa el complejo carcelario de Rikers Island) tenía una población diaria promedio de unas 8,000 personas e ingresaba a unas 40,000 por año, por debajo de las más de 120,000 personas que ingresaron en el año fiscal 2001. Es decir que recluía aproximadamente al 1 por ciento de la población diaria promedio de todas las cárceles de los Estados Unidos.
>> De acuerdo con los datos obtenidos mediante una solicitud en virtud de la Ley de Libertad de Información, el Departamento Correccional de la ciudad de Nueva York encarceló a 949,919 personas entre 1983 y el 14 de junio de 2019. (Un estudio de próxima publicación liderado por un grupo de sociólogos evaluará cuál es el riesgo que los neoyorquinos de diferentes grupos demográficos tienen de ser recluidos en una cárcel). Si solamente la ciudad de Nueva York recluyó en sus cárceles a casi 1 millón de personas durante un período de 36 años, entonces el número de personas que en algún momento fueron recluidas en cualquier cárcel del país debe llegar a las decenas de millones.
Sin embargo, ninguna de estas limitaciones debilita la siguiente conclusión central: una cantidad sorprendentemente inmensa de estadounidenses tiene alguna condena por un delito menor con graves consecuencias, tal como se demostrará a continuación. Aunque la población condenada por un delito menor sea la mitad de lo calculado en este informe (unos 20 millones, por ejemplo, debido a una mayor tasa de reincidencia intranual), la cifra seguiría siendo alarmante y las implicaciones políticas no cambiarían. Las investigaciones sobre el sistema de justicia de delitos menores es un área de estudio muy nueva. Ojalá nuestro cálculo aproximado aliente a otras personas a recabar los datos necesarios para llevar a cabo investigaciones más precisas y a pulirlo en estudios futuros.
Este análisis permite comprender la magnitud del encarcelamiento masivo en los Estados Unidos de un modo más detallado que en las investigaciones anteriores. De los más de 70 millones de personas que viven en la actualidad con antecedentes penales, decenas de millones han recibido alguna de las penas más graves que tiene el sistema de justicia penal: el encarcelamiento o la condena por un delito mayor. Y otras decenas de millones deben lidiar con el estigma de haber recibido una condena por un delito menor, que, si bien es menos severa, aún daña la capacidad de una persona de encontrar un trabajo estable.
Cómo las condenas y el encarcelamiento pueden afectar los ingresos
>> El gigantesco sistema de justicia penal de los Estados Unidos puede afectar la vida de una persona, directa o indirectamente, de muchas formas. Este informe se centra en las condenas por un delito menor, las condenas por un delito mayor y el encarcelamiento, con la suposición de que estas interacciones afectarán los ingresos de las personas a lo largo de sus vidas. Pero ¿por qué las condenas y el encarcelamiento afectan los ingresos? ¿Y por qué el encarcelamiento tiene un efecto especialmente grave? Los investigadores han ofrecido, entre otras, las siguientes teorías:
- Tener antecedentes penales puede desalentar a los empleadores a contratar o incluso a entrevistar a una persona. De acuerdo con una encuesta de 2018, el 95 por ciento de los empleadores realiza algún tipo de verificación de antecedentes penales de los candidatos para un puesto. Quizá por eso, los candidatos con antecedentes penales tienen aproximadamente un 50 por ciento menos de probabilidades de recibir una segunda entrevista, lo cual les priva de la oportunidad de siquiera explicar sus motivos. Algunos estudios sugieren que el tipo de condena determina la gravedad del estigma. De todas formas, las condenas o el encarcelamiento, independientemente del motivo, pueden contribuir al desempleo prolongado de una persona, lo cual produce una mayor tasa de desempleo entre la población implicada en el sistema de justicia (se calcula que la tasa de desempleo llega al 27 por ciento entre las personas previamente encarceladas). También pueden provocar que las personas acepten trabajos de menores salarios o con menos oportunidades de progreso profesional que otros empleos que podrían haber conseguido si no hubieran sido condenadas o encarceladas.
- Obstáculos legales para trabajar.Como se explicará en detalle a continuación, algunos empleos requieren licencias profesionales y tienen miles de reglas que restringen el acceso a las personas con antecedentes penales. Estas reglas pueden impedirles a las personas previamente implicadas en el sistema de justicia conseguir trabajo en sectores lucrativos y donde tienen experiencia. Por ejemplo, California entrena a las personas encarceladas para que se conviertan en bomberos de excelencia, pero hay restricciones legales que les impide a muchos unirse a la fuerza de bomberos tras su liberación.
- Pérdida de oportunidades. Los dos factores anteriores describen los desafíos que enfrenta cualquier persona con antecedentes penales. Pero, cuando se sale de prisión o después de una larga reclusión en la cárcel, existen también otros obstáculos. En primer lugar, cuando se pasa tiempo en reclusión, se pierde ese tiempo laboral y el tiempo que se podría haber pasado aprendiendo aptitudes o haciendo conexiones sociales necesarias para conseguir trabajo o triunfar laboralmente (lo que en economía se llama “capital humano”). Y estos efectos se acumulan con el tiempo: según un análisis, cada año que se pasa en reclusión reduce en casi 4 puntos porcentuales la probabilidad de una persona de encontrar empleo luego de su liberación. Si bien los estudios en este campo tienden a centrarse en los efectos que tienen las prisiones, un nuevo estudio sugiere que las cárceles pueden tener efectos perjudiciales parecidos.
- Salud mental y física. El encarcelamiento pone en peligro la salud y el bienestar. Por ejemplo, las personas que necesitan atención médica mientras están en prisión pueden no recibir tratamientos de alta calidad o no recibir ninguno en absoluto. Las enfermedades y problemas de salud suelen seguir existiendo luego de la liberación, lo cual hace mucho más difícil conseguir y conservar un trabajo estable. La experiencia deshumanizante que representa el encarcelamiento y los comportamientos que las personas deben adoptar para sobrevivir también pueden hacerles más difícil triunfar laboralmente.