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Análisis

Un golpe para la democracia mexicana… y la nuestra

AMLO y sus aliados afirman que simplemente quieren ahorrar dinero. Pero estos recortes de fondos ahorrarán menos de 0.1% del presupuesto federal.

Mexican President Andres Manuel Lopez Obrador
Moises Castillo/AP

Esta columna se publicó originalmente en La Opinión

El Senado de México acaba de aprobar una ley que, en efecto, desmantela la respetada agencia electoral del país, el Instituto Nacional Electoral (INE). El presidente Andrés Manuel López Obrador promovió la medida y la promulgará. A no ser que un tribunal la invalide, será el mayor golpe legal a la democracia mexicana desde el fin del régimen unipartidista en 2000.

El ataque al INE es una historia con raíces en la política mexicana pero también representa un nuevo capítulo en la actual reacción mundial contra elecciones libres e imparciales. Los estadounidenses deben prestar atención: México no solo es un vecino cercano, sino que sus dificultades reflejan las nuestras y pueden empeorarlas.

El fin de la Guerra Fría impulsó la democracia liberal en todo el mundo. México era un bastión de progreso, pero ahora se arriesga a ser el principal ejemplo de retirada.

El INE, creado en 1990 (se le conocía entonces como el Instituto Federal Electoral o IFE), desempeñó un papel esencial en la transición de México, que tuvo un solo partido durante más de 70 años, el Partido Revolucionario Institucional. Hoy está a cargo de realizar elecciones a nivel federal, estatal y local, y de supervisar las estrictas normas de financiación política de México. Está considerado como una de las entidades electorales más competentes en el mundo, con mucho que enseñarles a otros países, incluido Estados Unidos.

Pero la defensa de la democracia le ganó a INE muchos enemigos poderosos. En su versión anterior como el IFE, el organismo se enfrentó con AMLO después de que este perdió por escaso margen en las elecciones presidenciales de 2006 y afirmó sin fundamento que hubo fraude generalizado. (La comunidad internacional consideró las elecciones fundamentalmente justas.) El futuro presidente fomentó protestas masivas en la Ciudad de México que duraron varios meses, un presagio en algunos aspectos a la respuesta por Donald Trump a su derrota en las elecciones de 2020.

Desde entonces, AMLO ha seguido denunciando al árbitro electoral de México. Lo calificó de “podrido”, culpándolo de parcialidad a favor de sus opositores políticos de la derecha y acusó a su personal de jugar sucio.

La ley aprobada por el Senado el miércoles reduciría considerablemente el presupuesto de la entidad electoral y eliminaría 40 sucursales, lo que forzaría el despido de miles de empleados. La ley también socava el poder del INE para verificar el cumplimiento de las leyes electorales al reducir las multas por incumplir las reglas de transparencia en gastos electorales, lo que aumentará el riesgo de que ingrese dinero ilícito a un sistema político que ya está plagado de corrupción.

AMLO y sus aliados afirman que simplemente quieren ahorrar dinero. Pero estos recortes de fondos ahorrarán menos de 0.1% del presupuesto federal. Por supuesto, ningún órgano electoral es perfecto y algunas de las reformas pueden justificarse. Pero incluso muchos de los propios partidarios del presidente en la izquierda han reconocido que la nueva ley es un intento de debilitar uno de los pilares de la democracia mexicana.

En efecto, esta es la continuación de la tumultuosa carrera de AMLO, en la que ha ido en contra de las reglas con frecuencia. Pero también es parte de una tendencia mundial de líderes autoritarios de todo el espectro ideológico que buscan socavar las elecciones libres e imparciales, incluso en democracias que parecen muy consolidadas.

El año pasado, el presidente Jair Bolsonaro de Brasil puso en duda la integridad de los sistemas de elecciones y acusó a las autoridades electorales de planear la manipulación de los resultados de las elecciones presidenciales de octubre en su país, en la que perdió por escaso margen. Los partidarios de Bolsonaro luego invadieron el Congreso en Brasilia.

El ataque contra el Congreso de Brasil evoca otro atentado contra una legislatura nacional: el del 6 de enero de 2021 en el Capitolio de Estados Unidos por una turba que intentaba revertir la derrota del presidente Donald Trump en 2020.

Al igual que López Obrador y Bolsonaro, Trump afirmó haber perdido debido a fraude, su “gran mentira”. Al igual que estos otros líderes, Trump también atacó a los funcionarios de elecciones, desde los líderes estatales que se rehusaron a cambiar el conteo de los votos, incluidos varios miembros de su propio partido, como el Secretario de Estado de Georgia Brad Raffensperger y el Presidente del Senado de Arizona Rusty Bowers, hasta simples oficinistas de la entidad electoral.

Estos ataques no lograron invalidar las elecciones de 2020, pero han dado paso a un movimiento negacionista contra las elecciones. En todo Estados Unidos, las acusaciones infundadas de fraude siguen propiciando ataques contra funcionarios electorales.

Una encuesta de miles de funcionarios electorales locales que nuestra organización publicó el año pasado descubrió que casi 1 de cada 6 recibió amenazas por simplemente hacer su trabajo. Muchos planean renunciar antes de las elecciones presidenciales de 2024.

Las infundadas acusaciones de fraude también siguen motivando esfuerzos legales en todo el país para crear barreras adicionales a la votación, que afectan en particular a las comunidades negras y latinas, y facilitan que partidistas interfieran con operaciones electorales.

La democracia estadounidense no está aislada del resto del mundo. Es parte de una comunidad internacional con valores comunes. Nuestras instituciones se han beneficiado de muchos años de intercambios productivos entre los funcionarios electorales en Estados Unidos y sus homólogos en otros países, incluido el personal del INE.

Pero las malas ideas también cruzan fronteras, como en el caso de las teorías de conspiración que los discípulos de Trump propagaron para enardecer a los partidarios de Bolsonaro que atacaron el Congreso de Brasil.

Si bien Trump y Bolsonaro son figuras de la derecha, el ataque por un presidente izquierdista contra la entidad electoral independiente de México es un recordatorio de que el autoritarismo puede resurgir tanto en la derecha como la izquierda. Y lo que sucede en México, un país con el que millones de estadounidenses tienen lazos cercanos y perdurables, nos toca profundamente.

Ambos países debemos defender la democracia, porque no está garantizada.

Traducción de Keynotes Translations and Editorial Services